LECTURA FRESCA ,,,,HISTORIAS CORTAS
LA FLOR DEL SEIBO
Anahí era la india más fea de una tribu guerrera e indomable, pero tenía una bellísima voz. Su humilde choza se hallaba a orillas del Paraná. Cayó prisionera en una incursión de tribus rivales, siendo condenada a morir quemada en una hoguera, por haber matado al centinela que la custodiaba. La sentencia se cumplió, viéndose aAnahí surgiendo de entre las llamas rojizas, agitarse su cuerpo y el árbol y élla transfigurarse súbitamente. Las primeras claridades del alba alumbraron la flor del ceibo, que encarnaba el alma de la india y la de su tribu, desaparecida como tantas otras.
Es la flor triste y solitaria de la veneración y en su forma viva palpita una oculta ternura.
El alma de Anahí, la reina fea de la dulce voz, se anida en la flor del ceibo.
LA FLOR DEL IRUPÉ
Morotí y Pitá se amaban entrañablemente. Él era fuerte y valiente y élla dulce y hermosa.
Un día, mientras paseaban por la orilla del Paraná, Morotí arrojó al agua su brazalete para que Pitá lo rescatara. Así el indio se lanzó al agua pero nunca emergió. Impulsada por el hechicero de la tribu, Morotí también se sumergió buscando el cuerpo de su amado. Luego de varias horas ninguno de los dos apareció, pero al amanecer vieron los indios flotar sobre las aguas una flor extraña, en la que el hechicero reconoció a la bella Morotí en los pétalos blancos y al intrépidoPitá en los rojos. La Difunta Correa
En el transcurso del año 1835 un criollo de apellido Bustos fue reclutado en una leva para las montoneras de Facundo Quiroga y llevado por la fuerza a La Rioja. Su mujer, María Antonia Deolinda Correa, desesperada porque su esposo iba enfermo, tomó a su hijo y siguió las huellas de la montonera.
Luego de mucho andar -cuenta la leyenda- y cuando estaba al borde de sus fuerzas, sedienta y agotada, se dejó caer en la cima de un pequeño cerro. Unos arrieros que pasaron luego por la zona, al ver animales de carroña que revoloteaban se acercaron al cerro y encontraron a la madre muerta y al niño aún con vida, amamantándose de sus pechos. Recogieron al niño, y dieron sepultura a la madre en las proximidades del Cementerio Vallecito, en la cuesta de la sierra Pie de Palo.
Al conocerse la historia, comenzó la peregrinación de lugareños hasta la tumba de la "difunta Correa". Con el tiempo se levantó un oratorio en el que la gente acercaba ofrendas.