Atrapada en una pesadilla

 

La lluvia pegaba fuerte en las ventanas y las goteras llenaban la casa de rítmicos e insoportables ruidos. Miranda estaba acostada en su cuarto tapada por una manta de lana de alpaca, vestida con un traje de seda negro mientras esperaba a su esposo. De repente el sonido de las gotas comenzaba a ocasionar en ella un embrujo hipnótico, que la hacía caer poco a poco en un sueño profundo.


 

 

De un momento a otro, se encontraba en una de las sillas de un teatro con decoración gótica, entre muchos desconocidos. Entonces una de las luces se encendió en el teatro, iluminando el punto en el escenario específico en donde estaba un jorobado con la cara deformada… el anfitrión de la velada, al parecer. “Sean todos bienvenidos a la peor de sus pesadillas” dijo el jorobado con su micrófono. Un grito agudo se escuchó en el auditorio, el cual ocasionó una risa macabra por parte del anfitrión.

“Son ustedes las almas escogidas para este, el único sueño en el cual ustedes saben que están soñando, sin embargo, no podrán despertar. Sin más preámbulo acerca de las oscuras fuerzas que dirigen este evento mundial, nada más y nada menos que en octubre, el mes de las brujas, basta con decir que sólo volverán a sus vidas mundanas, aquellos que derroten sus peores miedos… aquellos que venzan a su propio subconsciente”.

La deforme criatura fijó sus ojos en Miranda como una daga penetrante. Ella, inmóvil, sólo podía percibir sus manos sudorosas incapaces de tocar sus piernas ya adormecidas. Trató de pensar en otra cosa, siempre le gustó creer que estaba en control de todo. Entonces todo el auditorio se levantó y empezó a acercársele.

Pisada tras pisada, Miranda podía verse llena de miedo, tuvo esa sensación escalofriante al pensar que quizá no despertaría. El escenario se tornó rojo, un rojo tan intenso que la cegó por unos instantes, y cuando trató de recobrar la conciencia, el lugar ya era distinto. Llevaba amarrada a su mano un pequeño baúl plateado bastante viejo y oxidado.

“¿Dónde estoy?” continuaba preguntándose de forma constante mientras intentaba asimilar el entorno que ahora la rodeaba. “¡Miranda!” se escuchó una estrepitosa exclamación desde el otro lado de la oscura bóveda, de inmediato reconoció su voz.

Cuando se despertó, se dio cuenta de que estaba acostada sobre una tabla de madera de más o menos 15 centímetros de ancho, que hacía de puente entre un rascacielos y otro. Sintió, de nuevo, cómo su corazón empezaba a latir de forma violenta, seguido de un dolor en el pecho. “Es sólo un sueño. Nada me va a pasar”, se decía Miranda una y otra vez. “Pero si ya sé que estoy soñando… ¿Por qué demonios no me despierto?”.

De forma lenta y cautelosa, se levantó sobre la tabla y comenzó a caminar hacia uno de los edificios. Sin embargo, no podía dejar de pensar en el concreto, 60 pisos debajo de ella. Tras una mirada breve hacia abajo, Miranda perdió el equilibrio y la tabla cayó junto con ella. A una velocidad increíble, el suelo se aproximaba cada vez más y más. Unos segundos después vino el choque.

Cuando Miranda abrió los ojos, todo estaba oscuro. “¿Es esta la muerte?” se preguntó. Entonces escuchó las voces de dos hombres, después el sonido de una llave y después una luz que la cegó. Al parecer se encontraba el baúl de un vehículo y dos hombres la sacaron de forma agresiva de allí, después de haberle puesto la luz de su linterna en sus ojos.

“Camina hacia allá perra y no nos mires la cara” dijo uno de los hombres. Miranda siguió las órdenes, estaba en la mitad de un bosque. Después de caminar unos minutos, encontró lo que era un hueco en la tierra, del tamaño de una tumba. “Entra ahí” dijo el mismo hombre. Miranda comenzó a llorar otra vez. “¿Crees que algo vas a solucionar llorando? ¿Cuántos años tienes ya Miranda?”.

En ese momento Miranda detuvo su llanto. “¿Qué es lo que quieren de mí malditos? ¿Demostrar que soy una cobarde que todavía le tiene miedo a las alturas y a la oscuridad? ¿Que dejo que todos los que conozco me pisoteen una y otra vez? ¿Que tengo un pasado tormentoso que no he podido superar? ¿O que todas las noches un nudo se me forma en la garganta al pensar en mi propia muerte o en la de cualquiera de mis seres queridos?”.

En ese momento Miranda escuchó un sonido metálico, como el de una escopeta. Después, una presión en la parte de atrás de su cráneo. “Chao Miranda…” escuchó, y luego un fuerte disparo”. Cuando despertó, estaba temblando en los brazos de su esposo. “¿Qué te sucede Miranda? Estas sudando” le preguntó su esposo. Miranda estaba agitada, casi no podía respirar. “Pasé la prueba… gracias a dios pasé la prueba”, decía Miranda.

“¿Qué te pasa Miranda? ¿Sigues soñando?”. Entonces Miranda lo agarró fuerte por su camisa. “¿Dónde están mi mamá y mi hermana”, preguntó. “Que yo sepa Sandra sigue bien en Italia con sus estudios y tu mamá debe estar en su casa”. ¿Por qué mi amor? ¿Tuviste un mal sueño?”. Miranda abrazó a su esposo con toda su fuerza y le dijo: “Fue muy real, demasiado real, creo que de verdad me salvé”.

 

 

 

 

 

 

La Leyenda de la carreta que todos oían pero nadie veía

Corría el año de 1968…

La noche cayó desfallecida sobre las empedradas calles del barrio de Cantarranas. No había más señales de luces que las luciérnagas como faroles diminutos, casi inapreciables. Apenas se escuchaba el trayecto del agua deslizándose por las piedras del río San Marcos, mientras los fresnos y sabinos dilataban su espeso follaje, y en el ambiente comenzaban a brotar el aire fresco.

Al caer la tarde Don Félix Banda se despidió de Mencho el panadero, dirigiéndose a su casa ubicada cerca de la calle Melchor Ocampo. Era de no creerse. Por sí o por no, cerró bien los postigos de las ventanas y atracó las puertas con un barrote de ébano, sugiriendo a sus hijos que evitaran salir a esas horas “porque era noche de fantasmas”, al tiempo que  se dispuso a escuchar en la radio El Monje Loco, su programa favorito que transmitían por la XEW.

 

Poco antes de las once, cuando escucharon los ronquidos concluyendo que se había quedado dormido, los muchachos de Don Félix, con la despreocupada alegría de la juventud, salieron a platicar a la esquina de la cuadra desafiando las advertencias de su padre.
“¿Fantasmas? Esos son cuentos de viejos rucos y de ignorantes”, comentaron, mientras veían el cielo estrellado y se espantaban los mosquitos, abanicando las manos, cerca del rostro.

Cuando el reloj de la catedral del Sagrado Corazón anunció la media noche, los jóvenes, quienes se entretenían contándose historias y chismes, escucharon a lo lejos un sordo rechinido de carreta que golpeaba sus enormes ruedas metálicas sobre el empedrado de las calles. Luego invadió el ambiente un silencio sepulcral, mientras el viento dejaba de silbar y las ranas guardaron silencio. Entonces, prendieron sus linternas, y corrieron hacia donde se escuchaba la carreta, pero no vieron nada. Volvieron a la esquina y cuando se reponían del susto, a unos metros calle arriba, volvió el tétrico sonido pero ahora desplazándose rumbo a la panadería de Don Mencho, no sin antes retornar de nuevo la tranquilidad en aquél  espacio apartado del centro de la ciudad. Sin embargo, esto no fue suficiente  para atemorizar a los jóvenes deseosos de aventuras.

Varias noches los hijos de Don Félix y sus amigos trataron de descifrar aquél misterio, ocultándose entre los cercos de nopales para evitar ser descubiertos, por quien suponían era un noctámbulo conductor que deseaba jugarles una broma… pero fue inútil. Únicamente se escuchaba el ruido de la carreta.

Una tarde mientras comían, Don Félix  les comunicó a sus vástagos:

– No quisiera comentarlo, pero Mencho me platicó que la famosa carreta que se oye todas las noches pertenece a un señor que en 1938 fue asesinado a puñaladas por este rumbo, mientras acarreaba leña para sus panaderías. Desde entonces, el río San Marcos  esta conjurado.

Para colmo de males en ese tiempo sucedieron varios acontecimientos extraños. A Doña Albertina Reyes se le apareció un señor sin cabeza en el fondo de la noria, mientras intentaba sacar agua; y se asustó a tal grado que al correr a toda prisa tropezó cayendo sobre una nopalera. Bueno… eso es lo que dicen, por si o por no es mejor creerles. El caso es que la carreta siempre ha sido un misterio sin descifrar.

 

 

 

 

 

 

INTERESANTE MITO GRIEGO..

El mito de Aquiles comienza cuando su madre al nacer recibe el llamado de un Dios quien le indica que sumerja al niño en las aguas de río, ella lo toma entonces del talón y lo sumerge, luego de esto se le habría concedido al futuro y valiente Aquiles el don de la inmortalidad, él no podía morir bajo ninguna circunstancia, pero lo que nadie se había Mitos griegos cortosdado cuenta es que el talón del cual su madre lo habría tomado sería su punto débil porque no se sumergió en las aguas como si lo hizo el resto del cuerpo.

Durante la batalla en Troya, luego de haber matado a Héctor y a otras personas que lucharon fuertemente contra él, incluso a una mujer que habría sido su amante también, París lanza una flecha en la lejanía y la misma va dirigida directamente hacia el talón, en ese instante Aquiles pierde la vida, algunas historias cuentas de que la flecha estuvo siendo dirigida por Apolo que tenía ya una tregua con Paris, por otro lado también se oye que fue directamente Apolo quien lanzó la flecha que impactó en su talón, pero esto ocasionó la pérdida de una vida muy valiosa y a en el día de su funeral se presentaron muchos héroes, entre ellos estuvo presente el Ajax que en realidad ya había muerto tiempo atrás, pero volvió para despedir a su aliado.

Cuando la flecha llegó a su talón, los huesos de Aquiles se mezclaron con los de Patroclo y esto es algo de lo más recordado dentro de la batalla de Troya en la cual pelearon por defender la isla y a su vez por quedarse con Helena.

Existe una versión muy diferente que dice que Aquiles habría hablado con Priamo para pedirle la mano de su hija y que si accedía, entonces él pelearía por Troya, pero entonces fue citado en el templo deApolo y allí París le habría clavado una daga en el talón