Otra Leyenda Pancho y el Rosario.

17.07.2013 02:32

Período de cuaresma ya había caído la noche, los trabajadores que trabajaban de mantenimiento en el Hospital Civil viejo, se retiraron a descansar al lado de los terrenos del Panteón, al rededor de la fogata que habían encendido, entre las lápidas, más bien sobre uno de los caminos del lugar.

En la fogata, era donde iban a preparar sus alimentos para la cena, y por precaución acomodaron sus abrigos para dormir cerca de la misma. El jefe de la obra un tal Pancho, se había retirado a descansar a los portales del Panteón de Belén, donde se encuentran los columbarios, que están llenos de placas con los nombres de los muertos. Pancho estaba recostado sobre su abrigo, boca arriba con el sombrero sobre la cara, no hacía frío, era Abril.

Entonces uno de sus trabajadores se le acercó para ofrecerle algo de cenar e invitarlo a rezar el Santo Rosario, ya que era temporada de Cuaresma. A lo que Pancho respondió: “Que no lo estuvieran molestando, que estaba cansado y que él no andaba con esas baterías de viejas cucarachas de templo”, y siguió en su posición de descanso volviéndose a poner el sombrero en la cara.

Pasado un rato, empezaron a escucharse los murmullos de los hombres rezando el Santo Rosario, allá a lo lejos, y se alcanzaba a ver el resplandor de la fogata que poco a poco iba disminuyendo de intensidad.

En eso, Pancho escuchó ruidos en las hojas secas, a los alrededores de las lápidas del terreno, y pensó que era uno de sus trabajadores con la misma cantaleta de ir a rezar el Rosario, empezó a sentir frío, mucho frío. Pero el hombre no llegaba, se escuchaban las pisadas y dejaban de escucharse, y volvían a sentirse los pasos entre la hierba seca. Pancho desconfió, y fue cuando se asomó por debajo de su sombrero y alcanzó a ver una luz como de linterna, pero rojiza, a unos 25 metros de distancia, y vio que se acercaba del lado opuesto de donde estaban los hombres de la fogata.Entonces, aventó el sombrero a un lado, se incorporó, sintiendo alarma genuina, tomó su cintura por donde debía encontrarse la “45″, y gritó en voz alta: “¿Quién vive?”. Aquella luz se detuvo en su avance y pareció disminuir un poco de intensidad. Temiendo Pancho que fuera algún ladrón, de plano se puso de pié y volvió a gritar “¿Quién vive o me lo cargo con la pistola?”, a lo que el ser, o ente aquel no respondió.

Pero Pancho había empezado a sentir un frío sepulcral desde hacía rato, y habían empezado a temblarle las piernas, porque aquello no se parecía a nada conocido, aquello respiraba con una especie de gruñido, apenas audible, y la oscuridad era absoluta a excepción de aquella pequeña luz, que extrañamente no iluminaba su entorno.

Ya definitivamente alarmado, Pancho soltó un disparo en dirección de la luz tenebrosa aquella, y pareció detenerse, luego otro disparo y la luz cayó, se escuchó un sonido como de un animal pesado cayendo entre la yerba y las tumbas. A todo esto, los hombres ya venían corriendo al escuchar los disparos y las voces de alarma de Pancho, entonces la luz rojiza se elevó de nuevo, pareció mirar fijamente a Pancho y se alejó con una velocidad impresionante, como una ráfaga. Pancho quedó temblando de terror y de frío, con un dolor de terror en el vientre.

Entonces la temperatura volvió a sentirse tibia, como debía de ser en Abril en Guadalajara, y en eso llegaron los hombres, que al escuchar un breve relato de Pancho, salieron con lámparas de petróleo a buscar a aquello, que tan descompuesto tenía al jefe.

No encontraron nada, además el Panteón de Belén de Guadalajara era muy grande y estaba absolutamente oscuro, raramente las linternas no les ayudaban casi en nada y decidieron regresar a reunirse en la fogata.

Esta vez, Pancho decidió acompañarles, pero se negó a mostrar su terror, porque él era todo un hombre, no era ningún cobarde que temblara como mujercita. Pero los trabajadores pudieron percatarse de su lividez aún con la poca luz de la fogata. Desde entonces, no es que Pancho se haya vuelto muy fervoroso, pero ya no se niega cuando se le invita “al Rosario”.